La tan esperada lluvia había llegado a Unquillo, y muy abundante, el agua formó charcos que reflejaban las flores y los árboles como en una pequeña laguna.
La tentación fue grande para mí, me saqué los zapatos y caminé por el pasto mojado, todavía caían algunas gotas de lluvia. Me acerqué al charco más grande y hundí los pies. Comencé a chapotear como una niña, mojándome la ropa, cuando de repente una rana saltó al agua, nadó hasta una piedra y se paró allí, me miró como dejándome el turno de chapuceo, retrocedí con temor.
La rana se volvió a tirar al agua, nadó y se paró nuevamente en la piedra, los pájaros se posaron en una rama para mirarnos curiosos, me animé volví al charco y bailé, la rana me observaba, se tiró al agua y nadaba en círculos imitándome, De pronto un ave de gran tamaño nos hizo sombra, ella se asustó, miró para todos lados y salió saltando presurosa, no la volví a ver.
Me quedé impresionada por su inteligencia.
Los días pasaron y volvió la lluvia, cuando paró me encontraba en mi desvencijado escritorio haciendo algunas anotaciones, un ruidito en la ventana llamó mi atención, era la rana que venía a buscarme, salí y jugamos en el charco.
Desde entonces, luego de las lluvias me encuentro en el jardín con mi amiguita la rana.
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